lunes, 31 de marzo de 2014

La ilusión de la mano de mármol


Por mucho que cultivemos el pensamiento crítico, nuestro cerebro es muy crédulo. En unos pocos minutos y con muy poco material, es fácil convencerlo de que uno de nuestros miembros es de goma, o invisible, o que nuestro cuerpo se ha reducido al tamaño de una muñeca Barbie. Todas estas ilusiones son el resultado de la interacción entre el sentido del tacto y el de la vista.
Hay una ilusión muy interesante que es el resultado de combinar vista y oído: cuando algo tocaba sus manos a la vez que escuchaban el impacto de un martillo sobre mármol, los sujetos del experimento llegaron a sentir que sus brazos eran de piedra.
En un experimento previo, el de la ilusión de la mano de goma, publicado en 1998 por los psicólogos Mateo Botvinick y Jonathan Cohen, los sujetos se sientan con un antebrazo apoyado en la mesa oculto a la vista, mientras que se muestra, en paralelo, un brazo de goma:


Un investigador sentado frente al sujeto acaricia con un pincel ambas manos, la de goma y la "real". Como el sujeto ve el pincel acariciando la mano de goma a la vez que siente un pincel en la propia mano, siente la poderosa sensación de que la mano de goma es su propia mano.
Se han hecho muchas variaciones de este experimento, consiguiendo confundir la percepción corporal de maneras tan interesantes como cambiando el tamaño del cuerpo, difuminando los límites corporales o percibiendo los objetos cercanos como mucho más grandes.
"El objetivo de estos experimentos es la 'encarnación'", afirma Irene Senna, psicóloga de la Universidad de Milano-Bicoca. "¿Puede incorporar nuestro cuerpo una parte externa?" Los hallazgos tienen gran interés para amputados y para quienes están aprendiendo a utilizar prótesis. Pero Senna y sus colaboradores se plantearon la pregunta desde una perspectiva algo diferente: en lugar de tratar de convencernos de que una parte inanimada es nuestra, ¿podemos llegar a convencernos de que una parte de nuestro cuerpo está hecha de material inerte?
Siendo italianos, no es de sorprender que eligieran el mármol para sus investigaciones. Trabajaron con 23 sujetos que no podían ver su antebrazo, extendido sobre una mesa, pero sí un pequeño martillo que les mostraba el científico. El dorso de la mano estaba cubierto por una lámina de papel de aluminio unida por un cable al martillo y a un ordenador. Cuando el martillo tocaba el papel de aluminio, se emitía el sonido propio del impacto de un martillo sobre mármol.
El experimento duró unos cinco minutos. Hubo un grupo control que oía el mismo sonido pero desincronizado con el martillo tocando sus manos; un segundo grupo control oía un tono puro, en lugar del martilleo sobre el mármol, en el instante en que el martillo tocaba sus manos.
Antes y después del experimento, los sujetos rellenaron un cuestionario sobre las cualidades físicas de sus manos. En el cuestionario posterior indicaron que sentían las manos rígidas, pesadas, poco sensibles, y menos naturales y algunos dijeron, sin que se les preguntara específicamente, que sentían las manos dormidas. En los grupos control la ilusión no funcionó.
Como en los estudios previos de la ilusión de la mano de goma, este puede ser útil en la invesigación sobre prótesis, para entender de qué manera una persona puede aceptar como propia una extremidad que no está hecha de carne y hueso. Este experimento demuestra, además, que una combinación de sonidos y sensaciones táctiles puede ser suficiente para desencadenar la ilusión.
No queda claro, sin embargo, por qué el cerebro es tan susceptible a este tipo de ilusión, dice Senna. Es evidente que nuestro cerebro necesita estar atento al lugar que ocupan nuestros miembros en el espacio, a su temperatura y a otros valores variables. Sin embargo, la carne es una constante.
"Idealmente sería conveniente que el cerebro no infiriera el material del propio cuerpo. Sin embargo, nuestro estudio demuestra que el cerebro no da por supuesta dicha información".

(Traducido -a mi manera- de Discover Magazine)

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